Fueron años bastantes críticos para mí, en mis pocos pero abundantes años, incluso luego de la crisis económica,hace ya una década, nunca había tenido tan presente la idea de dejarlo todo.
Todo el esfuerzo que realicé, todos los riesgos tomados... merezco, quiero decir, necesito terminar con esto.
Hace ya un año desde que la flota de Marco Antonio y mía cae en Acceio. Hace un año también Octavio tomó mi amado Egipto, un maldito año en el que el segundo amor de mi vida, Marco Antonio, arrebata su vida llevándola directamente donde reposan nuestros ancestros, o ante el mismo dios Osiris. Y aquí estoy, todos estos años de esplendor y gloria ahora parecen tan lejanos, al caer cautiva de Octavio, un hombre frío, calculador, con poder, lleno de riqueza y honor. Es el primer emperador romano, proviene de una familia rica del orden ecuestre de Veletri, era codiciado por muchas mujerzuelas romanas.
Estoy rumbo a Roma, mi vida ya no tiene sentido, más al pensar que soy la reina de Egipto, mi sangre griega está en los corazones en cada uno de mis seguidores y fieles. Juro que no permitiré ser burlada en Roma, cuyas personas habitantes de allí me difamarán así como difaman a los dioses. Claramente no son dignos de mí, no conocerán a ninguna persona con sabiduría, porque no son merecedores de aquello.
Todavía tengo la desdicha de ser custodiada por los hombres de Octavio, aún que mis fieles seguidoras hicieron conforme a mis órdenes una vez más, por eso estoy aquí, en una silla de robles y mármol que no me merece, frente a un cesto repleto de higos. Lo abriré, dentro de él se encuentra un áspid, tal como lo encargué. Tengo su cabeza en mis bellas y aún delicadas manos. Lo único que les pido, dioses omnipotentes, es que mi adorada hija crezca en esplendor, belleza y gloria tanto como yo.
Aquí y ahora es donde todo termina, donde tengo una muerte digna de mí, la Reina de Egipto, Reina del Nilo.
¡Ángeles arrullen mi espíritu, Marco Antonio, amado mio, espérame en lo divino!.
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